miércoles, 11 de junio de 2014

The orange rhino challenge

Aquí les dejo la tradución al español del artículo que les comenté por instagram sobre una madre estadounidense de 4 hijos que se propuso no gritarles por 365 días seguidos pasara lo que pasara.

10 cosas que aprendí cuando dejé de gritarle a mis hijos

Traducción: Putum putum

Alguien me preguntó este fin de semana pasado, “¿cuáles fueron tus conclusiones por no gritar durante un año? ¿Has aprendido algo?” Eh, muy buena pregunta. Y me hizo pensar: “Bueno, ¿qué aprendí?” Voy a decir esto: aprendí mucho, mucho más de lo que puede caber en una posible entrada en el blog! Así que quiero compartir con ustedes las 10 mejores cosas que he aprendido de mi “Desafío Rinoceronte naranja” donde me prometí no gritar a mis 4 niños durante 365 días seguidos.

1. Gritar no es la única cosa que no he hecho en un año (399 días para ser exactos!)

Tampoco he ido a la cama con un pozo desgarrador en mi estómago porque me sentía como la peor madre del mundo. No he gritado a mi marido a quien le gritaba una y otra vez. Y no he oído a mis hijos gritar: “Tú eres la peor mamá en el mundo, no te quiero más!” Sí, aprendí realmente rápido que es mucho mejor no gritar!

2. Mis hijos son mi público más importante.

Cuando tuve mi “epifanía no más gritos,” me di cuenta de que yo no grito en presencia de los demás, porque quiero que crean que soy una madre amorosa y paciente. La verdad es que yo ya era así pero rara vez cuando estaba sola, siempre cuando estaba en público con una audiencia para juzgarme. ¡Esto debería ser al revés en realidad! Siempre tengo un público – mis cuatro chicos siempre me miran y ellos son la audiencia que más me importa-, que son a quienes yo quiero mostrar lo amorosa, paciente y “libre-de-gritos” que puedo ser. Quiero que mis hijos me juzguen y proclamen: “Mi mamá es la mejor mamá del mundo!” Recuerdo esto cada vez que estoy en casa y pienso que no puedo perder la cabeza, obviamente no puedo … ¡ya lo haré fuera de casa todo el tiempo !

3. Los niños son niños, y no sólo los niños, la gente también.

Al igual que yo, mis hijos tienen días buenos y días malos. Algunos días son agradables y dulces y escuchan muy bien, otros días son gruñones y difíciles. Por cierto, yo soy siempre dulce y nunca difícil. Siempre. ¡Ja! Y como todos los niños, mis hijos son difíciles, a veces, se niegan a ponerse sus zapatos, y pintan la pared, sobre todo si se trata del nuevo papel de pared que a mamá tanto le gusta. Así que sí, tengo que revisar mis expectativas y recordar que mis hijos son niños: ellos todavía están aprendiendo, siguen creciendo, y todavía tienen que encontrar la manera de manejar el despertarse con el pie izquierdo. Cuando se “equivocan” tengo que recordar que no sólo no ayudan los gritos, sino que como yo, no les gusta que les griten!

4. No siempre puedo controlar las acciones de mis hijos, pero siempre puedo controlar mi reacción.

Puedo hacer mi mejor esfuerzo para seguir todos los trucos de crianza del mundo para tener a los niños bien disciplinados, pero ya que mis hijos son niños, ellos no van a hacer siempre lo que quiero. Puedo decidir si me dan ganas de gritar “¡recoge tus Legos!”  cuando ellos no escuchan o si quiero irme lejos por un segundo, recuperar la compostura haciendo algunos saltos, y luego regresar con un nuevo enfoque. PD: el irse y tomar un respiro en realidad puede obtener los Legos recogido más rápido que gritar.

5. Gritar no funciona.

Hubo numerosas ocasiones en que quería dejar mi “Desafío rinoceronte naranja” cuando pensaba “gritar sería más fácil que encontrar respiraciones profundas y alternativas creativas”. Pero yo era consciente. Desde el principio, he aprendido que gritar simplemente no funciona, eso sólo hace que las cosas salgan de control y hace que sea difícil para mis hijos para que oigan lo que quiero que aprendan. ¿Cómo pueden escucharme claramente decir “Date prisa, cojan sus mochilas, sus zapatos, sus chaquetas, no se peleen entre sí, vayan más rápido y háganlo todo ustedes solos!” cuando todo es una mezcla de intimidación y órdenes que hace que se pongan a llorar?

6. Momentos increíbles pueden suceder cuando no se grita.

Una noche oí pasos que venían de abajo y después de la hora de acostarse. Aunque enfurecí ya que mi “tiempo para mí” se vio interrumpido, me quedé tranquila y regresé a decirle a mi hijo  que volviera a la cama. Mientras lo metía en la cama me dijo “Mami, ¿me amarás si me voy al cielo primero, porque si vas primero, yo todavía te querré. De hecho, yo siempre te amaré. “Las lágrimas todavía vienen a mis ojos sólo de escribir esto. Puedo garantizar que si hubiera gritado “¡Vuelve a la cama!” nunca hubiéramos tenido esa dulce y tan importante conversación.

7. ¡No gritar es difícil, pero se puede!

No voy a decir que no gritar es fácil, pero conseguir ser creativo con alternativas sin duda lo hizo más fácil y más factible. Y después de gritar en el inodoro, golpear mi pecho como un gorila, cantar Lalala, Lalala es el mundo de Elmo, y el uso de servilletas de color naranja en las comidas como un recordatorio de la promesa, hicieron sin duda todo mucho más fácil. Claro, me siento tonta a veces al hacer estas cosas, pero me mantienen para no dejarlo. Lo mismo ocurre con mis nuevas palabras favoritas: “por lo menos”. Estas tres pequeñas palabras me dan una gran perspectiva y me recuerdan que debo relajarme. Yo las utilizo fácilmente en cualquier situación molesta. “¡Acaba de derramar toda una jarra de leche en el suelo … por lo menos no era de cristal y por lo menos estaba tratando de ayudar!”

8. Muchas veces, yo soy el problema, no mis hijos.

La línea de ruptura, “No eres tú, soy yo” suena incómodamente cierta cuando el aprendizaje es no gritar. Rápidamente me di cuenta de que muchas veces he querido gritar porque me peleé con mi marido, me sentí abrumada por mi lista de tareas pendientes, estaba cansada o era esa época del mes, no porque los niños se comportaran “mal.” También me di cuenta del reconocimiento de mis disparadores personales diciendo en voz alta: “Rinoceronte naranja, tienes el SPM (síndrome pre menstrual) y necesitas chocolate, tú no estás enojada con los niños, no grites” funciona muy bien para mantener a raya los gritos.

9. Cuidar de mí me ayuda a no gritar.

Siempre fui muy buena para cuidar de los demás, sin embargo, no siempre era buena en el cuidado de mí misma hasta ahora. Una vez que me di cuenta de que los desencadenantes personales, como sentirse con sobrepeso, sentirse desconectada de los amigos, y sentirse exhausta me predisponían a gritar, y empecé a cuidar de mí. Empecé a ir a la cama temprano, priorizando el ejercicio, tratando de llamar a un amigo un día y lo más importante, me empecé a decir que está bien que no sea perfecto. Cuidar de mí no sólo me ayuda a no gritar, sino también me hace más feliz, más relajada y más amorosa. Ah, los beneficios de no gritar se extienden mucho más allá de ser padres! No hay duda de que estoy haciendo una mejor crianza de mis hijos y en lo personal,  ahora que no me grito. Sólo por nombrar algunos de los beneficios inesperados de no gritar: Hago más actos de bondad al azar, puedo manejar situaciones estresantes con más gracia, y me comunico con más amor con mi marido.

10. No gritar se siente increíble.

Ahora que he dejado de gritar, no sólo me siento más feliz y más tranquila, también me siento más ligera. Me voy a la cama libre de culpa (a excepción de la galleta extra que comí ese día) y despierto con más confianza en que puedo ser una madre con una mayor comprensión de mis hijos, mis necesidades, y cómo ser más amorosa y paciente. Y estoy bastante segura de que mis hijos se sienten más felices y más tranquilos también. Sé que todo el mundo quiere leer, “dejé de gritar, y no sólo me siento muy bien, sino también mis hijos son ahora más tranquilos y perfectamente atendidos.” Bueno, no lo son. Ellos siguen siendo niños. Pero, las rabietas son más cortas y algunas se evitan completamente. Ahora que estoy más tranquila, puedo pensar más racionalmente para resolver problemas potenciales antes de que me venga una crisis. Pero olviden por un segundo que los niños se comporten perfectamente. Definitivamente, mis hijos son más amorosos hacia mí, y ahora me dicen muy a menudo “Te amo mamá Rinoceronte Naranja” y eso se siente impresionante, se siente fenomenal.

lunes, 2 de junio de 2014

Tiempo fuera, time out, silla de pensar, silla aburrida, rincón de pensar...




Ya ésta viene siendo la 9na publicación que hago en hablemosobrefamilia; les he contado sobre mi motivación para comenzar a escribir este blog, sobre las tareas, el aburrimiento, los buenos modales, los cumpleaños de los hijos, hábitos alimenticios... Pero hoy quiero desarrollar una herramienta que en nuestra casa le llamamos "la silla aburrida".

Les cuento que esto de la silla aburrida lo comenzamos a implementar gracias a mi esposo cuando un día al llegar a la casa me comentó haberse encontrado con una amiga suya de la infancia que estaba con su hijito, el cual en un momento determinado por llamar la atención de su madre probablemente, comenzó a portarse un poco mal; pero ella supo cortar rápidamente esa conducta al hacerle una clara advertencia sobre que sería sentado en la silla aburrida si repetía ese comportamiento.

Esta anécdota es quizá lo que marcó un antes y un después en cuanto a implementación de la disiplina en nuestra casa.  Pues con esto de que nadie nos enseña cómo ser padres, podríamos estar cometiendo muchos errores en la educación o la forma en cómo educamos a nuestros hijos. No les digo que yo más nunca he pegado un grito o me he impacientado a tal punto que haya impuesto un castigo fuera de lugar; pero sí les puedo decir que sin duda disminuyó significativamente ese lenguaje histérico que dice Mafalda (pues para ser racional debo luchar todos los días).

Resulta que muchas veces el "regaño" termina siendo una descarga de los padres, más que una decisión tomada racionalmente para ayudarles a ser mejores personas (que es justamente lo que nos debería mover a corregir a nuestros hijos, pues exigir es amar) sin embargo los padres debemos exigir o modelar de la manera adecuada, pues al final de no hacerlo correctamente el resultado en nuestros hijos no será lo que deseamos para ellos, incluso podría ser el opuesto; o simplemente podríamos haber perdido el esfuerzo del "regaño".

No significa esto que con el uso de la silla aburrida esté asegurado un resultado positivo, porque si no es implementada correctamente no lo lograremos.

La silla aburrida es sencillamente un nombre que se le ha puesto a esta herramienta, sé de personas que le llaman de otros modos (silla de pensar, rincón de pensar, time out o tiempo fuera). Ahora han caído en cuenta de que este método es más viejo que nosotros mismos, por algo sigue vigente y les digo que funciona cuando nos proponemos hacerlo bien.

¿Qué es la silla aburrida?

Se trata de crear un espacio (silla, rincón) en el que el niño pueda detenerse. Un lugar en el que tomar conciencia de lo que le está pasando, de su conducta o las emociones que lo embargan. Se utiliza especialmente cuando el pequeño ha hecho (o está haciendo) algo que está mal.

¿Cuál es el objetivo?

Permite alejar al niño de la situación que ha causado el mal comportamiento. El objetivo es que el niño sea consciente de lo que ha pasado y ofrecerle un espacio seguro en el que aprenda a controlarse.

¿Dónde es la silla aburrida?

No tiene que ser la misma todo el tiempo, pues al estar fuera de casa servirá cualquier lugar alejado de la situación que generó el conflicto o conducta.

¿Cuánto tiempo deben estar sentados?

Se recomienda sólo un minuto por año de edad del niño.

¿Cuáles son los pasos a seguir?

1.- Dar una advertencia: pero cuando es algo que el niño ya sabe que no se puede hacer, esa advertencia ya fue dada y puede ser enviado a la silla aburrida sin esperar a que lo haga dos veces en un momento determinado.

2.- Enviarlo a la silla o rincón.

3.- Establecer contacto visual y explicar al niño por qué fue enviado a pensar. Pj: Héctor, estás en la silla aburrida porque le pegaste a tu hermanita y estarás sentado 4 minutos (Héctor tiene 4 años).

4.- Alejarse del lugar y esperar que transcurran los minutos.

5.- Preguntarle al niño ¿Sabes por qué estabas sentado en la silla aburrida? y esperar su respuesta.

6.- Finalmente lo motivamos a que pida una disculpa y procuramos que reciba un abrazo.

¿Qué pasa si se levanta de la silla antes de transcurridos los minutos?

Debemos devolverlo (-sin hablarle- mejor para no engancharnos en alguna conversación con el niño) y empezar a contar de nuevo los minutos.

¿Si se levanta más de una vez?

Seguir insistiendo (las primeras veces podría resultar difícil, pero una vez que ellos saben que no vamos a ceder, las siguientes veces serán más fáciles).

¿Una última recomendación?

Debe ponerse en práctica en el instante que niño presente la conducta, no debemos esperar a la noche o al rato, porque no asociarían su comportamiento con la aplicación de la herramienta disciplinaria. 


Espero que les sea útil y los invito a que cada día vayamos cambiando poco a poco esos regaños que sólo hacen sentir culpable al niño, por otras maneras de educar con estrategias concretas como ésta que nos ayudan a canalizar la disciplina (sin tener que caer en histerismos que van copiando de nosotros) que promueven la reflexión del niño, que los ayuda a interiorizar mejor el por qué no deben realizarse ciertas conductas y se preocupan por el daño hecho cuando se trata de un mal comportamiento hacia otra persona (ayudándolos a crecer en empatía y respeto). Es decir que en lugar de que aprendan a comportarse por reacción al grito de mamá o papá, lo hagan porque han entendido y han visto que eso no es bueno o no los hace buenos.  ¡Así es como hablaremos más castellano que histérico!

¡FELIZ DÍA!