"Estoy convencido que una forma de ser cada día mejores educadores es PENSAR, con cierta profundidad, sobre nuestra tarea" (Calderero, 1996, p.8) me pareció la mejor manera de comenzar el artículo que les presento, pues cualquier cuestión cuando se trata de educar a nuestros hijos y lograr así los resultados deseados, necesita de una verdadera planificación, del establecimiento de objetivos y la ejecución de planes de acción; para ello es indiscutible esto del "...PENSAR, con cierta profundidad..." porque cuando esperamos que por sí solos los niños se eduquen, el resultado seguramente no será justamente el que queremos.
Otra razón por la cual he decidido comenzar citando a Calderero es porque las ideas que les comentaré son las que me he quedado luego de leer su libro: Los buenos modales de tus hijos pequeños (es el número 49 de la serie Hacer Familia).
Estoy segura que a todas las madres nos ha pasado alguna vez que nuestros hijos nos han hecho pasar pena en situaciones donde ellos no han tratado con respeto por ejemplo a los bisabuelitos, abuelos, amigos etc; quizá respondiendo con alguna pesadez o simplemente porque ese día no quisieron saludar o hasta porque hayan hecho alguna malcriadez como solemos decir cuando arrancan a llorar por cuestiones de menor importancia. Es en esos momentos cuando nos cuestionamos el por qué de esas conductas y repasamos lo que estamos haciendo para educarlos en esto de los buenos modales, pues pareciera que los famosos "sermones" y el sólo "deseo" no son suficientes.
Estoy segura que a todas las madres nos ha pasado alguna vez que nuestros hijos nos han hecho pasar pena en situaciones donde ellos no han tratado con respeto por ejemplo a los bisabuelitos, abuelos, amigos etc; quizá respondiendo con alguna pesadez o simplemente porque ese día no quisieron saludar o hasta porque hayan hecho alguna malcriadez como solemos decir cuando arrancan a llorar por cuestiones de menor importancia. Es en esos momentos cuando nos cuestionamos el por qué de esas conductas y repasamos lo que estamos haciendo para educarlos en esto de los buenos modales, pues pareciera que los famosos "sermones" y el sólo "deseo" no son suficientes.
Apartando el hecho de las "penas" que nos hagan pasar, es importante saber que la eficacia depende en gran medida de las motivaciones, no es suficiente corregirlos porque nos molestan o nos dejan en mal lugar, debemos corregirlos porque deseamos su bien.
Calderero indica que cuando pensamos en buenos modales, se nos viene a la cabeza las siguientes palabras: orden, elegancia, amor, generosidad y que estaríamos satisfechos como padres si lográsemos que nuestros hijos procurasen tratar bien a: los objetos, animales, plantas, personas y a Dios. Comenta que las buenas relaciones con Dios conllevan a un buen trato con los demás seres creados, sin embargo prácticamente cuando son pequeños quizá haya que comenzar con el hábito de tratar bien los objetos por ser más fáciles de conocer y de aprender a tratarlos. Luego se acostumbrarán a ser cuidadosos y poco a poco pondrán mejor atención y estarán en mejores condiciones para tratar bien a sus semejantes.
Otra importante consideración es la de que los buenos modales se relacionan con la virtudes en dos sentidos: la primera que para practicarlos, se requiere haber adquirido al menos en grado aceptable algunas de ellas; y la segunda que la práctica de los buenos modales consolida la adquisición de las mismas.
Para no alargar demasiado el artículo describiré rápida y concretamente aquello que según el autor se necesita para poder educar en este tema a nuestros hijos:
1. Delicadeza entre los esposos: el modo de tratarse marido y mujer será el motor del proceso de mejora de los buenos modales del resto de la familia. Los hijos deben ver hecho realidad en nuestra conducta diaria aquello que pretendemos inculcarles y debe ser auténtico, pues los hijos sabrán cuando alguna actitud no proviene del amor, porque la cortesía fingida repele.
2. Buenas relaciones entre padres, hijos o hermanos: tener buenos modales fuera de la casa no será posible si internamente no se viven en la casa. Procuremos que se quieran los hermanos, es importante acostumbrarles a usar el por favor, las gracias y el perdón. Para exigir a los hijos que nos traten bien, hay que tratarles bien a ellos, aunque eso no signifique que les demos todo lo que desean. Hay que ayudar a los hijos a darse cuenta que se debe pasar del servirse al servir. En casos donde la edad propicie a los niños el instinto de posesión -mío - mío - hay que poner especial empeño en que los pequeños aprendan a respetar las propiedades de los hermanos, ser generosos con las cosas, pedir permiso para usar algo de otro, prestar lo que se nos ha pedido, devolver lo que se nos haya prestado y siempre recordar que las personas son mucho más importantes que las cosas.
4. En cuanto al trato con las personas mayores: entre algunas recetas prácticas para enseñar a los hijos a tratar bien a los abuelos están el no criticarles en su ausencia, reforzar su imagen, comprender sus limitaciones, ayudarles en cuestiones materiales, escucharles con paciencia y cariño, tenerles al corriente de las cuestiones familiares, visitarles, escribirles, dedicarles tiempo. Recordemos que nuestros hijos tratarán a sus abuelos según lo hagamos nosotros. Podríamos explicarles que los ancianos tienen limitaciones y hay que ayudarles (siempre habrán maneras dependiendo de la edad de que el nieto ayude al abuelo)
5. La auténtica integración familiar: cuando existe una auténtica integración en la familia, se produce una estabilidad emocional (que es la base de una personalidad consolidada) y con una mayor seguridad en sí mismo, cada quien puede salir de sí para atender las necesidades de los demás y poder tratarles como se debe.
6. El orden, la limpieza, el buen gusto en el hogar: la casa es el primer lugar de aprendizaje en todos los órdenes de la vida. Es el sitio donde van a aprender a amar a sus semejantes, también donde aprenderán a cuidar los objetos y respetar las cosas: los aspectos materiales no son en sí mismos lo más importante, pero ese buen gusto y disposición agradable de los objetos pueden ayudar de modo importante a que se den buenas relaciones familiares. Incluyendo a los niños por ejemplo a través de encargos, estos también de alguna manera ayudan a preservar el ambiente del cual hablamos.
7. Higiene y arreglo personal: de alguna manera hay una relación entre la higiene, la salud, los buenos modales y el tipo de alimentos que toman nuestros hijos. Un niño educado es un niño limpio, peinado y arreglado. Desde pequeños acostumbremos a nuestros hijos al baño o a la ducha diaria, así luego cuando puedan hacerlo solos extrañarán aquel día en que por alguna circunstancia no lo pudieron realizar.
8. Comportamiento en el tiempo libre: es ideal que los hijos estén ocupados. Sería casi imposible que un niño adquiera buenos hábitos y modales si su vida está metida de lleno en el aburrimiento. "Aunque habría que matizar, casi que se podría asegurar que niño ocupado = niño educado" (Calderero, 1996, p.242). El juego es una actividad importantísima en la que los niños desarrollan muchas capacidades y habilidades; un niño que sabe jugar en la casa -no molesta- pero debemos recordar que a los niños pequeños hay que enseñarles a jugar, con lo cual no podemos esperar que se distraigan solos por tanto tiempo sólo por el hecho de que deseamos que "no nos molesten", tendremos que sentarnos y dedicar parte de nuestro tiempo a jugar con nuestros hijos.
9. Urbanidad de la piedad: como se dijo anteriormente, el aprender a tratar a Dios quizá no sea tan fácil como a los objetos o semejantes, pero sabiendo que quien posee buenas relaciones con Dios, poseerá buenas relaciones con los demás, los padres debemos empeñarnos en educar a nuestros hijos en la urbanidad de la piedad. En primer lugar con el ejemplo, el recogimiento de los padres y demás fieles (así nuestros hijos sabrán poco a poco que allí pasa algo -que Dios está realmente presente-), luego con el cuido del porte exterior en la iglesia, con enseñarles que hagan la señal de la cruz sin prisas, con el hacer una genuflexión cuando se pasa frente al sagrario, el enseñarles a rezar en casa, etc... son cuestiones que facilitan este conocimiento o buen trato.
10. Educar con intencionalidad: para finalizar los invito a que eduquemos con intencionalidad y veremos que lograremos mejores resultados ya que realmente estamos deseando el bien de nuestros hijos y no el propio. Recordemos que con niños educados, tendremos la posibilidad de tener sociedades educadas donde cada quien vele por el otro.
Hasta un próximo encuentro.
Excelente!!!
ResponderEliminarGracias Carlos
EliminarQue bueno Claire, te voy agregar una cosa que leí hace un tiempo, decía que el mayor aporte, la mejor labor social que una persona puede hacerle al mundo es educar bien a sus hijos.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo Mari
EliminarPor favor, en el punto 10: intenCionalidad, no intenSionalidad... es parte de los buenos modales...
ResponderEliminarGracias por la corrección ya lo arreglé Aleksja.
EliminarMuy bueno Claire! Felicitaciones!
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